Golpes de luz by Ledicia Costas

Golpes de luz by Ledicia Costas

autor:Ledicia Costas [Costas, Ledicia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-01T00:00:00+00:00


Sebas

Hoy, desde muy temprano, he tenido claro que iba a ser uno de los mejores días de todo el curso. Por eso me he despertado con estos nervios. Suben y bajan como si tuviese pájaros dentro de la barriga. Eso me pasa cada vez que pienso en el recibimiento que nos van a dedicar en el cole. Encontramos a la abuela en el monte, la poli va a darnos una medalla, somos tres héroes. Batman, Superman y Wonder Woman. Iron Man, Capitán América y la Viuda Negra. Guerrero, Sebas y Noa. Por fin van a dejar de llamarme Felipito y de meterme en la mochila bolsas vacías de ganchitos, patatas fritas, Bollycaos, Panteras Rosas, el papel de envolver los bocadillos, mondas de mandarina, carozos de manzana. Mi mochila es un estercolero. Por eso una vez, hace unas semanas, bajé al patio con ella puesta. Ese día nadie me pudo meter ninguna sobra dentro, pero pasaron el día llamándome tortuga pánfila, matado y madrileño. Madrileño es algo que me dicen desde el segundo día que llegué a este cole. Es el insulto más tonto que he oído en mis diez años de vida. Guerrero y Noa han dado la cara por mí varias veces. Pero ya nunca más será necesario. Hoy todo eso va a terminar. No hay en toda la escuela ningún niño que sea la mitad de famoso de lo que lo somos nosotros. Cuando llego al portal de la casa de Guerrero, ya me están esperando. No parecen tan nerviosos como yo. O igual saben disimular y resulta que también ellos sienten volar pájaros en la barriga cada vez que piensan en lo que pasará en el momento de cruzar la puerta del aula.

—Seguro que nos aplauden —les digo—. Hicimos algo muy importante.

—Yo me he puesto la ropa más nueva que tengo por si nos sacan fotos —confiesa Noa, que lleva una sudadera con un unicornio y una falda con medias de estrellas.

—¡Yo también! —exclamo, abriendo la cazadora para que vean mi jersey de animales.

Guerrero no trae puesta ropa nueva, pero sí gomina con brillantina en el pelo, como si fuese la fiesta de fin de curso. Lo lleva tieso y de punta. Cuando atravesamos el portal del colegio me imagino que van a hacer dos filas, una a cada lado, para que pasemos por el medio. Como eso no sucede, pienso que en cualquier momento nos van a rodear porque están deseando hablar con nosotros. Quizás alguno traiga el móvil de su padre para sacarnos fotos. Pero esto tampoco ocurre. Suena el timbre y entramos en el cole. Subimos las escaleras y casi me caigo de bruces del empujón que me atiza Diego Puga. No entiendo nada. Y entiendo todavía menos cuando grita:

—Mirad, ¡la tortuga pánfila acaba de pisar una monda de plátano!

Algunos niños se echan a reír y otros no hacen nada, que es lo que suele pasar siempre. Y eso no puede ser, porque las cosas ya no deberían ser como eran antes.

—Está celoso, pasa de él —me dice Noa en voz bajita.



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